sábado, 23 de mayo de 2009

La ultraderecha encuentra un nuevo héroe

En un artículo suyo publicado el 9 de febrero del 2009 en varios medios bajo el título “Gran depresión”, el conocido editorialista Sergio Sarmiento:





denunció los programas sociales del Presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt como algo que lejos de paliar la Gran Depresión económica de 1929 contribuyeron a agudizarla, y para apuntalar sus argumentos cita como una sabelotodo en cuestiones de economía a la autora Amity Shlaes (la cual por cierto fue corrida sin contemplaciones del periódico británico Financial Times por su cobertura tergiversada del huracán Katrina en la cual afirmó que “el hecho de que el país y el Presidente Bush estaban ya personalmente mobilizados para tal desastre contribuyó a salvar vidas”, una afirmación con la cual no están de acuerdo las decenas de millares de damnificados que dejó dicho huracán en Nueva Orleans además de muchos otros analistas mucho mejor informados que ella).

Al citar a Amity Shlaes:





tal vez Sergio Sarmiento tomó casi al pie de la letra varias ideas y puntos de vista expresados por esta controvertida escritora en un artículo de ella publicado el 31 de diciembre del 2007, aunque ciertamente como él mismo lo reconoce echó mano de un libro escrito por ella titulado “The Forgotten Man: A New History of the Great Depression” (El Hombre Olvidado: Una Historia Nueva de la Gran Depresión):





cuyo solo título nos advierte que al estilo típico de los revisionistas históricos Amity Shlaes cree que acaba de “descubrir” cosas de las cuales gracias a su “enorme y prodigiosa inteligencia” nadie más que ella se había dado cuenta, se necesitaba alguien como ella para “revelarnos” dichas cosas. Esto es lo que le dá a ella la autoridad consumada para escribir una historia nueva acerca de la Gran Depresión.

Amity Shlaes es la misma que en julio del 2008 cuando los Estados Unidos se encaminaban hacia una severa recesión económica escribió una columna en el Washington Post defendiendo unos comentarios hechos por el conservador Senador texano Phil Gramm (del Partido Republicano) que acusó a los norteamericanos de ser “unos chillones” en lo que respecta a la marcha de la economía, una defensa que se le vino por los suelos a Amity Shlaes cuando el National Bureau of Economic Research llegó a la conclusión de que la actual recesión que azota a los Estados Unidos comenzó en diciembre del 2007, medio año antes de la visión optimista color de rosa con la cual Amity Shlaes todavía veía a la economía norteamericana. Resta decir que hoy todos los indicadores económicos confirman que los Estados Unidos han entrado en su peor recesión económica desde la Gran Depresión, y así se lo ha hecho saber sin cortapisas el Presidente Barack Obama a los ciudadanos de dicho país.

Así pues, lejos de ser una experta en materia económica o una analista que nunca se equivoca, los severos traspiés en los que ha incurrido Amity Shlaes nos deben poner a meditar de que lejos de ser “una diosa” esta mujer ha metido y sigue metiendo la pata en cosas en las que mejor debería haberse quedado callada dejándole a otros mejor informados que ella hablar.

Veamos ahora el editorial de Sergio Sarmiento al cual estamos haciendo mención, para ver cómo estos “iluminados” nos revisan la historia que conocemos dándonos nuevos visos de realidad y “revelación”:

Gran Depresión
Columna Jaque Mate
Sergio Sarmiento
9 de febrero del 2009

Tanto nos han repetido la historia que se ha convertido en dogma. (Esta es precisamente la misma afirmación, palabras más palabras menos, con la cual los pseudo literatos neo-Nazis tales como Salvador Borrego de México y Joaquín Bochaca de Barcelona comienzan sus novelescas fantasías acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista” atribuyendo lo que ellos llaman la “historia oficial” a una enorme y gigantesca conspiración controlada por los judíos, los masones y los comunistas).

El crecimiento económico de los Estados Unidos en la década de 1920 fue producto de la especulación. Cuando vino el crack de octubre de 1929, el gobierno del republicano Herbert Hoover provocó la Gran Depresión al negarse a gastar dinero público para ayudar al pueblo. Franklin D. Roosevelt, electo en 1932, sacó al país adelante a través de un gasto público intenso y una vigorosa intervención del gobierno en la economía, hasta que la Segunda Guerra Mundial proporcionó el impulso definitivo a la economía.

Sólo hay un problema con esta historia: es falsa. (¿?)

Amity Shlaes, historiadora económica y columnista del servicio Bloomberg, ofrece una visión distinta en su libro ‘The Forgotten Man: A New History of the Great Depression’ (2007; El hombre olvidado: una nueva historia de la Gran Depresión): “La gran pregunta sobre la depresión estadounidense no es si terminó por la guerra con Alemania y Japón. Es por qué la Depresión duró hasta la guerra.” Su respuesta es: “Desde 1929 a 1940, desde Hoover hasta Roosevelt, la intervención del gobierno hizo Grande la Depresión.”

Shlaes muestra que Hoover, un gran ingeniero, no resistió la tentación de intervenir en la economía, como se ha pretendido para contrastarlo con Roosevelt. En noviembre de 1929, apenas unos días después del crack, impulsó un programa de gasto público de 423 millones de dólares, una fuerte suma para ese entonces. En 1930 respaldó y promulgó el Estatuto Smoot-Hawley, que elevó radicalmente los aranceles y provocó un colapso del comercio internacional. éstas, y otras acciones de intervención gubernamental en la economía, lejos de promover una recuperación inhibieron la inversión y profundizaron el desplome. El desempleo, que había sido de 3.3 por ciento en 1927, se elevó a 17.4 por ciento en septiembre de 1931.

Roosevelt, electo presidente en noviembre de 1932, radicalizó los programas de Hoover. Duplicó el gasto público en cuatro años y llevó al gobierno a un profundo déficit de presupuesto. Estableció empresas estatales de generación de electricidad, como la Tennessee Valley Authority, y las subsidió para competir injustamente con firmas privadas hasta obligar a los dueños de éstas a venderlas al gobierno. Eliminó de manera retroactiva la validez de los contratos que establecían un vínculo del dólar con el oro, lo cual generó desconfianza sobre cualquier contrato firmado.

El gobierno de Roosevelt también creó una amplia serie de reglamentos que volvieron incierta y burocrática la administración de los negocios. Elevó de manera radical el impuesto sobre la renta y llevó la tasa máxima de 25 a 83 por ciento. Creó el salario mínimo y promovió la sindicalización, lo cual hizo más cara y difícil la contratación de nuevos trabajadores. Promovió el establecimiento de granjas colectivas, que resultaron un fracaso, y subsidió el trabajo de escritores, artistas y fotógrafos, con el fin de generar un apoyo político a su persona. Mantuvo, además, políticas económicas volátiles y a menudo contradictorias.

Con la retórica de que los ricos y los empresarios eran personas malignas dedicadas a conspirar contra el bien común (aun cuando él mismo era rico y con frecuencia tomaba sus decisiones en travesías en su yate privado, el Potomac), llevó a cabo una cacería de brujas contra empresarios, algunos de ellos muy ricos, como el ex secretario del tesoro Andrew Mellon, dueño de la Aluminum Company of America.

Otros eran pequeños empresarios, con ingresos inferiores a los de sus burócratas.

Un caso sonado, con tintes antisemitas, fue el que impulsó contra los hermanos Schechter, procesadores y distribuidores de pollo kosher en Brooklin, Nueva York, a quienes se acusaba, entre otras cosas, ¡de vender pollo demasiado barato! en un momento en que la gente estaba desesperada por adquirir comida a un precio accesible.

Los empresarios fueron absueltos de las acusaciones; pero Roosevelt tuvo éxito en generar temor e incertidumbre entre los empresarios. La inversión privada se desplomó. Por eso la Gran Depresión duró tanto tiempo en Estados Unidos, cuando otros países industrializados salieron de ella a principios de los treinta.

Roosevelt, de hecho, ocasionó el brutal desplome de 1936. En enero de 1938, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el desempleo se encontraba todavía en 17.4 por ciento, mientras que la Bolsa de Valores de Nueva York no recuperaría su nivel de 1929 sino hasta los años cincuenta.

Roosevelt no debe ser visto, según Shlaes, como el presidente que rescató a Estados Unidos de la Gran Depresión. Si acaso, fue el principal responsable de que esa tragedia económica haya durado toda una década en su país.

Se ha puesto arriba el texto íntegro del artículo de Sergio Sarmiento, sin edición alguna por parte de Spectator a excepción de los comentarios puestos en itálicas, con el fin de que no se acuse a Spectator de estar citando a Sarmiento fuera de contexto (una práctica a la que son muy proclives los literatos de la ultraderecha).

Quedan pocas dudas de que lo escrito por Sergio Sarmiento fue un ataque combinado dirigido en contra del Presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt, a quien los textos “clásicos” de la ultraderecha “bautizan” como judío (sin presentar jamás pruebas de ello, claro está), y a lo cual agregan que el crack de 1929 fue una acción deliberada provocada por ladinos archimillonarios financieros judíos más ricos que ese famoso pato escocés de Walt Disney con el fin de “debilitar a los Estados Unidos permitiéndole al comunismo apoderarse del mundo”. Y, ultra derechísticamente hablando, esta fue la razón por la cual supuestamente el “judío” Franklin Delano Roosevelt hizo todo lo posible por ocasionar “el brutal desplome de 1936”, siendo “el principal responsable de que esa tragedia económica haya durado toda una década en su país”.

Con pocos cambios, los ataques formulados por Sergio Sarmiento en contra de Roosevelt parecen estar en buena sintonía con las diatribas lanzadas en contra de este personaje histórico por la ultraderecha. En el capítulo XI (La Traición de Roosevelt) de su libro Traición a Occidente, el neo-Nazi que en vida se hizo llamar “Traian Romanescu” dice lo siguiente:

Como consecuencia de una flagrante traición al pueblo americano, llegó el judío y masón Franklin Delano Roosevelt (Rosenfeld) a la Presidencia de los Estados Unidos.

Fue el desencadenamiento de la crisis económica de 1929 por la judería americana (que así traicionó al país que le Había dado todas las libertades, incluso la de vivir como parásito del organismo social), lo que hizo posible la llegada de Roosevelt al poder en 1933.

La crisis fue provocada por los bancos judíos de Wall Street (¿?), por el procedimiento clásico (¿?) de provocar primero una crisis de dinero, sacando mucho de la circulación, lo que conduce inevitablemente a la paralización del funcionamiento normal de la economía, y finalmente la crisis económica que en Estados Unidos significó millones de hombres sin empleo y otros tantos millones en la miseria.

Con eso, la judería achacó los males de Estados Unidos al gobierno republicano de Hoover y las masas de parados y hambrientos, engatuzada, creyó liberarse dando su voto precisamente al candidato de la banda de criminales que había provocado el hambre. Así llegó Roosevelt, el judío “demócrata”, al “trono”, donde fue mantenido nada menos que doce años, para que con ello tuviera poder para traicionar a América, a Europa, a Asia, al mundo entero, al que contribuyó a entregar en garras del bolchevismo.

Todo el gobierno de Roosevelt fue el desarrollo de un plan sistemático dirigido al debilitamiento y a la destrucción del mundo cristiano occidental, de todas las potencias anticomunistas y de los Estados Unidos mismos, fortaleciendo al mismo tiempo a la Rusia soviética después de que la salvó de la destrucción por parte de los alemanes.

En el plano interno, Roosevelt puso en movimiento su famoso “New Deal”, oficialmente destinado a liquidar los efectos de la crisis de 1929, la que también tuvo por mira empujar al país por el camino del socialismo de donde se va al comunismo. Fue en ese período del “New Deal”, cuando la judería organizó al mundo obrero americano en sindicatos hasta hoy mandados por judíos, destinados a servir como instrumentos políticos de la conspiración desde dentro.

Spectator podría responderle a Sergio Sarmiento los argumentos que esgrime en contra de Franklin Delano Roosevelt y el New Deal, uno por uno. Pero ya lo han hecho otros con muchos más conocimientos y con mucha más autoridad que el mismo Spectator, incluídos varios Premios Nóbel con mucho mayor prestigio y mucha mayor experiencia sobre el tema que Amity Shlaes. Sergio Sarmiento ya sabe de quiénes se trata y no es necesario que se le recuerde aquí. En vez de responder a estos hechos del pasado, iremos a los hechos del presente que son los que más nos preocupan.

Antes de proseguir, es importante señalar que Sergio Sarmiento, el cual en otros tiempos hacía algún esfuerzo por mantenerse como un observador neutral, se ha estado corriendo cada vez más y más hacia la derecha. Y esto no lo afirma únicamente Spectator. Lo afirman articulistas tan distinguidos como Miguel Ángel Granados Chapa. Sergio Sarmiento no oculta en sus artículos el odio que siente hacia el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, al cual culpa de que las reformas económicas y fiscales propuestas por Felipe Calderón no hayan salido al gusto de Felipe Calderón y de la derecha, culpándolo en buena medida de la lamentable situación económica por la que atraviesa el país.

Spectator no tendría vacilación alguna en unirse a Sergio Sarmiento en denunciar a Andrés Manuel López Obrador con la misma fiereza con la que él lo ha hecho de ser ciertas sus acusaciones, excepto por un pequeño detalle: el hombre que está gobernando a México desde la silla presidencial no es Andrés Manuel López Obrador, es el panista Felipe Calderón. Y el actual Secretario de Hacienda, el hombre encargado de la conducción de los asuntos económicos y fiscales del país, no fue designado por Andrés Manuel López Obrador, fue designado por Felipe Calderón. Y para rematar, la mayoría relativa en el Congreso de la Unión no la tiene el Partido de la Revolución Democrática, ni siquiera la tiene el PRI como en otros tiempos. La tiene el Partido Acción Nacional.

Vayamos a la actual situación económica por la que atraviesan los Estados Unidos. Esta situación es la resultante directa de ocho años de gobierno a manos del tradicionalmente conservador y derechista Partido Republicano instalado en la Casa Blanca con George Bush, lo más cercano que hay al PAN en los Estados Unidos. Este es el partido que esencialmente destruyó la economía norteamericana dando fin al enorme superávit del que gozaba el tesoro estadounidense cuando Bill Clinton les entregó el poder. No es posible echarle la culpa al Partido Demócrata de lo que hoy está sucediendo cuando es el Partido Republicano el que ha estado gobernando -o mejor dicho malgobernando- a los Estados Unidos a lo largo de ocho años con las mismas políticas de neoliberalismo al ultranza que estancaron a México en los seis años de desgobierno foxista y que posteriormente terminaro por hundirlo, como tampoco es posible culpar al izquierdista Partido de la Revolución Democrática ni al Partido del Trabajo ni al Partido Verde por la reciente devaluación del peso. Es hora de que los responsables que están gobernando asuman su verdadera responsabilidad en lugar de malgastar su tiempo tachando a otros de catastrofistas. Con el debido respeto que le merece su investidura presidencial tan penosamente lograda, Spectator le recuerda a Felipe Calderón que la cosa no es por allí, y aunque los eventos económicos que están teniendo lugar fuera de México definitivamente son un factor de la crisis actual, esto es tan sólo parte de la historia.

La deuda nacional en los Estados Unidos ya excede los diez trillones de dólares. No es posible echarle la culpa de esta locura al Presidente entrante Barack Obama. A él le ha tocado ser el que tenga que limpiar el desastre dejado por los derechistas conservadores Republicanos cuyo mal desempeño les ocasionó el ser expulsados de la Casa Blanca del mismo modo que fueron echados en 1933 por un enardecido electorado estadounidense. En 1933 los enfadados votantes norteamericanos no le echaron la culpa al Partido Demócrata por la crisis económica. Se la echaron directamente al Partido Republicano, y los echaron del poder. De este modo, se está repitiendo la Historia, porque tanto en 1933 como en el 2009 el Partido Republicano ha sido objeto de un merecido voto de castigo por las mismas doctrinas económicas con las que periódicamente ha llevado al país a recesiones y depresiones (inclusive el tan alabado Presidente Ronald Reagan se las arregló para enviar a su país a una recesión en 1982 merced a su doctrina Reaganomics -que no es más que una versión suavizada del neoliberalismo a ultranza de hoy- llamada por los críticos economía vudú (voodoo economics) que al igual que como ocurrió hoy bajo Bush llevaron al presupuesto federal a un déficit y a un aumento significativo en la deuda pública.) Los Republicanos ya tuvieron su oportunidad de hacer lo que querían hacer. Ya hundieron nuevamente a su país como lo hicieron con Hoover. Es hora de que se vayan. Y lo mismo debería de haber sucedido en México si las fuerzas de la ultraderecha y los magnates financieros aliados a ellas no hubieran estado metiendo la mano en los procesos electorales como lo hicieron en el 2006.

Tal y como hoy lo pregona y pide Sergio Sarmiento apostándole a la menor intervención estatal posible en la economía, los Republicanos en los Estados Unidos aferrados como mulas a las doctrinas de laissez-faire alentaron un capitalismo desbordado, un capitalismo salvaje, fuera de control, dejando que los mercados hicieran lo que les diera la gana. Y estamos viendo las consecuencias de ello. Dejaron el bienestar económico del país en manos de los especuladores. Se dejó de premiar el ahorro y se fomentó la especulación desmedida y la creación de riquezas “instantáneas” no con los aumentos en la productividad sino con los movimientos en los libros de contabilidad. Los ilusos beneficiarios de los créditos hipotecarios fueron los primeros pero ciertamente no los únicos en caer en esta trampa. Y es una trampa a largo plazo. Hoy resuenan con mayor fuerza que nunca aquellos comerciales de televisión de la empresa Smith Barney en los cuales el galardonado actor John Houseman (hijo de padre judío, por cierto) aparecía diciendo “They make money the old fashioned way. They EARN it” (Hacen su dinero a la antigüita. Se lo GANAN ¡Cuántas penurias sin fin se podrían haber evitado las decenas de miles de inversionistas y financieros que hoy están en la ruina si tan sólo hubiesen reflexionado en la enorme sabiduría contenida en estas diez palabras, si en vez de planear en hacerse inmensamente ricos con meros movimientos contables o con préstamos irresponsables de alto riesgo se hubieran enfocado en el apoyo a las actividades productivas de bienes y servicios que son el verdadero motor de toda prosperidad económica!

El hoy... ¿revisionista?... Sergio Sarmiento debería de tomar en cuenta que pese a sus despiadados ataques en contra de Franklin Delano Roosevelt, el cual a decir suyo y de Amity Shlaes solo empeoró las cosas, tuvo a su juez más imparcial en el mismo pueblo estadounidense. Roosevelt por aclamación popular fue reelecto en cuatro ocasiones distintas (1932, 1936, 1940,1944). Si realmente Roosevelt hubiera sido el monstruo que Sarmiento afirma que es, los votantes norteamericanos lo habrían puesto de patitas en la calle sin pensarlo dos veces. Obviamente, los estadounidenses lo que menos querían ver es el regreso de los Republicanos y sus promesas luminosas de una utopía capitalista con cero intervención estatal. Y a como están las cosas, no se antoja fácil el regreso de los Republicanos a la Casa Blanca en estos momentos, no si piensan volver con las mismas doctrinas bajo el brazo que hundieron a los Estados Unidos en su peor catástrofe desde la Gran Depresión en 1929 con las cuales han repetido la misma historia.

Una cosa que no parece haberle entrado bien en la cabeza a Sergio Sarmiento es que la mayor parte de las medidas tomadas por Roosevelt para hacer frente a los problemas creados por la Gran Depresión no fueron responsabilidad exclusiva de Roosevelt. Tuvieron que ser debatidas y aprobadas por ambas cámaras del Congreso norteamericano. Si Sergio Sarmiento quieren encontrar “culpables” por el New Deal, ¿por qué no los busca allí también? Roosevelt, gobernando en el seno de una democracia representativa más cercana al espíritu ateniense que la burda partidocracia mexicana con sus Diputados y Senadores plurinominales, no podía hacer lo que le diera la gana. Tenía que convencer al Congreso estadounidense, y ultimadamente al pueblo norteamericano. Si el New Deal realmente fue tan malo, entonces hay mucha gente a quien culpar y no a un solo hombre.

Otra cosa que tampoco parece haberle entrado bien en su masa cerebral a Sergio Sarmiento es que tanto el New Deal ayer como las propuestas económicas de Barack Obama hoy no fueron ni son medidas para salir rápida y mágicamente de una situación económica muy mala y entrar al mágico mundo de Oz viviendo por siempre en una prosperidad utópica con cero desempleo. Dichas medidas es a lo que se tuvo que llegar para evitar que algo malo se pueda convertir en algo peor. Son para impedir que una crisis creada en ambos casos por conservadores derechistas Republicanos se convierta en una catástrofe.

Interesantemente, el que mejor le puede poner un tapón en la boca a Sergio Sarmiento es el mismo Felipe Calderón, ya que reaccionando ante el agravamiento de la situación económica de México éste último anunció en octubre del 2008 un plan anticrisis que incluía lo siguiente:

(a) Ampliar el gasto público particularmente en materia de infraestructura para poder estimular el crecimiento.

(b) El inicio de la construcción de una nueva refinería en el país.

(c) El lanzamiento de un programa extraordinario de apoyo a las pequeñas y medianas empresas en México.

Veamos lo anterior.

¿Ampliar el gasto público particularmente en materia de infraestructura para poder estimular el crecimiento no es acaso lo mismo que lo que hizo Roosevelt con su New Deal, con la intención de estimular la creación de empleos y la economía? Los literatos de la ultraderecha llaman a ésto en sus obras clásicas una especie de marxismo encubierto, “el camino del socialismo de donde se va al comunismo”.

¿El inicio de la construcción de una nueva refinería en el país no es acaso otra forma de fomentar la creación de empleos de gente que estará trabajando no para la iniciativa privada sino para el Estado?

¿El lanzamiento de un programa extraordinario de apoyo a las pequeñas y medianas empresas en México no es acaso un programa de corte socialista con apoyo de dineros públicos a las pequeñas y medianas empresas?

Si hemos de hacerle caso a Sergio Sarmiento, dejando que al más puro estilo del neoliberalismo a ultranza cada quien se las arregle como pueda, pues habría que quedarse cruzado de brazos esperando algún milagrito. Y si algo tiene que tronar, pues que truene, cuanto antes mejor.

Se le olvida convenientemente a Sergio Sarmiento que ya hubo una ocasión en la cual él mismo señaló los riesgos que llevaba el no hacer nada. Esto ocurrió cuando el precio de la tortilla de maíz empezó a escalar, previo a la ocasión del Acuerdo para Estabilizar el Precio de la Tortilla. Y esto ocurrió en enero del 2007, cuando Felipe Calderón no tenía ni siquiera dos meses de haber asumido la Presidencia. Una parte importante del programa constituye la aplicación de apoyos económicos (léase subsidios gubernamentales) para mantener al maíz y a la tortilla al acceso de las clases populares a un costo muy por debajo del precio real del mercado. ¿Es o no es esto, a fin de cuentas, una de las medidas “populistas” de la izquierda que la derecha terminó usurpando haciéndola suya con el fin de evitar una explosión masiva de descontento popular en contra de la administración Calderonista? Cabe recordar que mucho antes de que la dupla derecha-ultraderecha accediera a las redes del poder federal en México, el economista egregio de la extrema derecha Luis Pazos, uno de los principales fundadores de la organización terrorista secreta de ultraderecha conocida como el M.U.R.O., ya había escrito un libro titulado El Rey Populachero, una alegoría sardónica del frívolo y gastalón Presidente José López Portillo, acusándolo de propiciar la debacle económica lopezportillista con medidas populacheras despilfarrando irresponsablemente los recursos públicos. Sin embargo, el mismo Luis Pazos ha estado muy calladito en todo lo que tenga que ver con medidas izquierdistas de corte “populista” adoptadas por la derecha en el poder, absteniéndose de criticar lo mismo que no le perdonaba a los priistas cuando estaban en el poder. A lo mejor ya descubrió que tan mala es una intervención total del Estado en asuntos que competen a la economía de un país como la ausencia total de dicha intervención pregonada por el funesto neoliberalismo. ¡Ni siquiera Hitler al que tanto alaba la extrema derecha contemporánea como paladín del libre mercado era partidario de una ausencia total del Estado en el control de la economía, y como prueba de ello allí está la enorme cantidad de equipo militar y pertrechos bélicos que construyó y apiló usando dineros públicos! (Ésta fué la solución Hitleriana al problema de desempleo.)

¿Cuál es el costo de que un gobierno no haga nada o haga muy poco quedándose cruzado de brazos mientras la economía del país se hunde, rehusándose a intervenir con la fuerza necesaria, siguiendo los dictados del neoliberalismo a ultranza que exige dejarlo todo a “las fuerzas correctivas del mercado”? Afortunadamente, ya lo sabemos. Este experimento se llevó a cabo en los años noventa en Japón, y se pagó muy caro por el experimento. Una recesión que pudo haber durado unos cuantos años terminó durando una década, y Japón aún resiente los efectos de la misma. Los japoneses la llaman la década perdida. Es un país en el que tras este duro aprendizaje las opiniones de Sergio Sarmiento ciertamente no son bienvenidas, porque ya saben allí el costo de que el Estado se rehuse a ejercer lo que debería ser una de sus obligaciones más importantes: la rectoría económica del Estado. Esto, desde luego, no puede ser utilizado como pretexto para incurrir en excesos como los que se cometieron en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin o como en México bajo Luis Echeverría y José López Portillo, ni es una justificación para eternizar medidas tomadas para hacer frente a una emergencia o peor aún para llevar a cabo la instauración de un Estado paternalista bajo la falsa creencia de que éste será la panacea para todos los problemas habidos y por haber. El mundo ha probado ya los dos extremos, y sabemos de sobra cuáles son las consecuencias de esos experimentos de química económica.

No todos -afortunadamente- comparten la optimista visión neoliberal de la economía abrazada por Sergio Sarmiento. Por primera vez en México se ha creado un seguro contra el desempleo. Esto ocurrió en enero del 2009. Pero ocurrió no en un estado gobernado por la derecha panista, sino en un estado gobernado por la izquierda, por Amalia García, la primera mujer gobernadora de dicho estado. Para que esto pudiera ocurrir en Zacatecas tuvieron que salir ambos el PAN y el PRI de la gubernatura, tal vez de otra manera este suceso histórico no habría ocurrido. Este beneficio social es un beneficio del que gozan no sólo los zacatecanos sino también todos los que viven y trabajan en los Estados Unidos. Fue precisamente bajo el New Deal de Franklin Delano Roosevelt, bajo el Social Security Act, que se creó en 1935 en dicho país el primer sistema federal de seguro de desempleo y pensiones, que dicho sea de paso ha resultado ser un verdadero salvavidas hoy que millones de norteamericanos han perdido sus empleos a causa de la severa recesión económica que les legaron los Republicanos. Si hemos de hacerle caso a los ideólogos neoliberales de la derecha y la ultraderecha, pues no se debería darle ningún tipo de ayuda a todo aquél que por causas ajenas a su voluntad ha perdido su empleo y está desesperado buscando otro sin encontrarlo, habría que dejarlos morirse de hambre, habría que dejarlos tronar, que al fin y al cabo si en el capitalismo desbocado han dejado de ser productivos pues entonces harían un bien en morir sin esperar ayuda alguna del Estado.

Para darle gusto a los neo-historiadores como Amity Shlaes y Sergio Sarmiento, Roosevelt no debería de haber aumentado el gasto público como lo hizo. Debería haberse quedado cruzado de brazos sin crear programas de ayuda para la gente ni seguros contra el desempleo ni inversión en programas gubernamentales para la creación de empleos públicos lo cual no debe molestar a personajes como Sergio Sarmiento quien goza de un bien remunerado empleo que le permite atender las conferencias de Davos en Suiza. Tampoco debería de haber establecido Roosevelt empresas estatales de generación de electricidad, como la Tennessee Valley Authority, dejándole a las empresas privadas florecer en medio de la miseria de los demás y dejándolas cobrar lo que les diera la gana (¿de nada sirvieron entonces las lecciones aprendidas con la privatización de la industria eléctrica en el Estado de California que están bien documentadas en el libro The California Energy Crisis: Lessons for Deregulating Industry de William McNamara?, una crisis que entre sus nefastos efectos tuvo como consecuencia directa uno de los pillajes más grandes que haya habido en dicho Estado?) o dejarlas quebrar dejando a la población sin energía eléctrica (Sergio Sarmiento es uno de los propulsores de la privatización de la energía eléctrica, es partidario de la venta de la Comisión Federal de Electricidad a inversionistas ricos que se quieran hacer más ricos todavía al más puro estilo neoliberal. Personalmente él fue beneficiario con la venta del Canal 11 de televisión estatal a Ricardo Salinas Pliego creándose el nuevo emporio Televisión Azteca, lo cual a fin de cuentas sólo le trajo nuevos dolores de cabeza al pueblo del cual se beneficiaron las televisoras con tan generosas concesiones, dolores de cabeza que nunca deberían haber sido causados por las cabezas de esta hidra malagradecida a la cual muchos mexicanos quisieran ver muerta).

Una cosa que distingue a los revisionistas históricos tanto políticos como económicos es que están seguros de que ellos están en lo cierto cuando al mismo tiempo los mejores economistas y los más importantes gobernantes de las naciones más industrializadas están haciendo lo que los sabelotodo revisionistas les critican con la mayor dureza posible. Esto fue lo que dijo Sergio Sarmiento desde su confortable chalet en Suiza a principios del 2008:

Arrojar dinero al problema
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
27 de enero del 2008

El gobierno de Estados Unidos quiere combatir el fantasma de la recesión arrojándole dinero. La oficina del presidente George Bush ha llegado a un acuerdo con los demócratas en el Congreso para realizar devoluciones fiscales por un monto total de 150 mil millones de dólares, incluso a aquellos que no han pagado impuestos. Esta medida se une al recorte de tasas de interés de tres cuartos de punto porcentual que ha ordenado ya la Reserva Federal o banco central de los Estados Unidos.

El tema es más político que económico. Lo que busca fundamentalmente el gobierno de Bush es evitar que la recesión pueda afectar las posibilidades del Partido Republicano en este año de elecciones presidenciales y federales. Pero las consecuencias negativas de la medida podrían ser negativas.

Aquí en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, una parte muy importante de los economistas europeos participantes han cuestionado las medidas anunciadas por el gobierno estadounidense para contrarrestar la recesión. Señalan que es natural que la economía mantenga sus ciclos de ascenso y de descenso y advierten que tratar de detener este ciclo natural de la economía puede tener consecuencias negativas para Estados Unidos y para el mundo.

La razón fundamental de la recesión en Estados Unidos radica en los desequilibrios fundamentales de la economía de ese país. Mientras los estadounidenses sigan gastando más de lo que ganan, mientras el gobierno de Washington siga repartiendo más dinero del que recauda, mientras la economía estadounidense siga importando más de lo que exporta en bienes y servicios, las semillas de la declinación se desarrollarán.

Arrojarle dinero a este problema no resuelve absolutamente nada. Al contrario, lo empeora. El consumo en Estados Unidos sigue siendo excesivamente elevado en comparación con los ingresos y los ahorros de ese país. La inyección de 150 mil millones de dólares a la economía, o a la reducción artificial de las tasas de interés, no hace más que profundizar los problemas fundamentales de la economía estadounidense.

Hace 10 años el consumo representaba el 67 por ciento del producto nacional bruto de los Estados Unidos. Hoy esta cifra ha ascendido a 72 por ciento. En China, en contraste, el consumo representaba el 50 por ciento del PNB, pero la cifra ha bajado ahora a casi 30 por ciento. Ninguna de estas situaciones es sostenible en el largo plazo. Ni el gobierno de China puede seguirle pidiendo a los consumidores que posterguen su consumo por el bien del país y para preservar una tasa de ahorro elevada, ni el gobierno de los Estados Unidos puede seguir impulsando una tasa de consumo que rebasa todos los niveles registrados históricamente.

Han sido muchos los temas que se han tratado en el Foro Económico Mundial de Davos: desde la cultura hasta el calentamiento global pasando por el gobierno corporativo y la filosofía. En esta ocasión, sin embargo, la turbulencia en los mercados financieros ha hecho que Davos recuerde su vocación original, que es el análisis de la economía y la globalización. En este sentido la aproximación de una recesión en los Estados Unidos ha creado la posibilidad de revisar muchas de las reglas fundamentales de la economía que algunos participantes consuetudinarios en Davos pensaban habían quedado obsoletas.

Esto lo dijo Sergio Sarmiento en el 2008.

De llevarse a cabo en su totalidad las recomendaciones hechas en materia económica por Sergio Sarmiento, el gobierno norteamericano debería sacar por completo sus manos fuera de la economía dejando tronar a los bancos en riesgo de quiebra, dejando tronar a las industrias a punto de cerrar, dejando perder sus empleos a los que los tengan que perder sin hacer nada por ellos, dejando que todo se resuelva por sí solo con “las fuerzas correctivas del mercado” que casi suenan como una fantasía sacada de los cuentos de hadas.

Pero un año más tarde, echados los Republicanos del poder, y trece dias después de poner un draconiano tope salarial de 500 mil dólares a los ejecutivos de las empresas rescatadas por el gobierno federal, el 17 de febrero del 2008 el Presidente Barack Obama promulgó un plan de estímulos económicos de 790 mil millones de dólares, a lo cual Sarmiento reaccionó indignado con una columna publicada al día siguiente titulada “Dinero falso” festinando que la Bolsa de Valores de Nueva York registrara una baja el mismo día en que se promulgó el paquete de ayuda económica como gesto de desaprobación al paquete de rescate promulgado por Barack Obama. ¡Como si los vaivenes diarios de algo tan volátil como la Bolsa de Valores de Nueva York debieran de ser utilizados como guía para la planeación económica de un país a largo plazo!

El paquete de estímulos firmado por Barack Obama, al igual que el New Deal de Roosevelt, no es obra de un solo hombre. La iniciativa original presentada por Obama fue concretada con la asesoría y el apoyo de algunos de los mejores expertos en materia económica que se pueda encontrar en los Estados Unidos. Si al decir de Sergio Sarmiento, esto es malo, entonces debemos concluír por lo que dice que él es superior en materia de economía a todos los asesores del Presidente Obama puestos juntos, y que si el plan no funciona es porque los norteamericanos no se dirigieron a México para pedirle su parecer a un empleado de TV Azteca llamado Sergio Sarmiento. Y el plan original de Obama fue objeto de arduas negociaciones llevadas a cabo en el Congreso, de modo tal que el Congreso norteamericano también comparte “la culpa” de lo que para Sergio Sarmiento es anatema, siendo él un ser superior que se dá cuenta con toda claridad de cosas que los mejores economistas del mundo no se pueden dar cuenta. Pero no sólo en los Estados Unidos el gobierno ha intervenido directamente para evitar un colapso financiero nacional. También Inglaterra, el miércoles 8 de octubre del 2008, anunció un plan de rescate financiero de 62 mil millones de euros para comprar acciones en los principales bancos del país, lo que en los hechos equivale a una nacionalización parcial de la banca inglesa. ¡Una socialización parcial de la economía! Eso lo impulsó el Primer Ministro británico asesorado no por charlatanes sino por los mejores expertos en materia económica de los que pueda echar mano el Reino Unido, contraviniendo los “sabios consejos” dados por ese articulista mexicano cuya única opción que ofrece es que el gobierno no haga nada dejando que todo truene, que al fin y al cabo todo se corregirá “por sí solo” sin intervención gubernamental alguna. Pero no son sólo Estados Unidos e Inglaterra quienes con sus intervenciones gubernamentales en la economía han incurrido en pecado mortal en contra del neoliberalismo a ultranza implantado por Carlos Salinas de Gortari en México que le propinó a los mexicanos una devaluación del peso de tres pesos por dólar a nueve pesos por dólar. Veamos lo que nos dice la siguiente nota:

Alemania acuerda nacionalizar banca
Enrique F. Molinero
EL UNIVERSAL
19 de febrero del 2009

El Consejo de ministros alemán aprobó ayer una medida que revivió en la memoria colectiva del país la expropiación de los bienes judíos llevada a cabo por la dictadura nazi y las nacionalizaciones ordenadas por los líderes comunistas de la desaparecida RDA: Un proyecto de ley que hace posible la nacionalización de la banca afectada por la crisis financiera mundial.

Cuando el proyecto de ley sea aprobado por el Parlamento Federal, el gobierno alemán tendrá en sus manos una herramienta que le permitirá, por primera vez en la historia de posguerra, expropiar a los accionistas, como una medida de “última ratio”, destinada a impedir que los bancos en aprietos y que han recibido una multimillonaria ayuda estatal para sobrevivir, caigan en manos de fondos de inversión extranjeros.

Según el ministro de Finanzas, Peer Steinbrück, que compareció ante la prensa en Berlín después de la reunión del gabinete, la medida legal tiene como fin contribuir a la estabilización del sistema financiero del país y proteger el dinero de los contribuyentes. La primera meta del gobierno es nacionalizar el Hypo Real State (HRS), que hasta la fecha ha recibido 102 mil millones de euros entre inyecciones de capital y garantías estatales provenientes del Fondo de Estabilización de los Mercados Financieros (SoFFin), creado en octubre pasado por el Ejecutivo.

“El caso de Lehman Brothers no puede repetirse”, dijo la canciller Angela Merkel al defender la iniciativa. “Tenemos que salvar a los bancos de la insolvencia y tenemos que manejar el dinero de los contribuyentes de manera razonable”.

El proyecto de ley, que permite lanzar un procedimiento de expropiación de los accionistas sólo hasta el 30 de junio próximo, destaca que la expropiación es sólo el último recurso para salvar los bancos en dificultades y que antes de tomar esa decisión, el Estado ha de agotar todas las opciones antes de asumir la mayoría de control de un banco.

“La nacionalización es una solución de ‘última ratio’”, insistió el ministro Steinbrück. “No se trata de aumentar la influencia del Estado, sino de salvar uno de los pilares del sector financiero alemán”, añadió al referirse a la inminente nacionalización del Hypo Real State y, al mismo tiempo, destacar que no era previsible que otros bancos fueran nacionalizados.

La orden para redactar el proyecto de ley fue dada cuando el Ministerio de Finanzas recibió un informe sobre el estado de salud del HRS. A pesar de haber recibido 102 mil millones de euros, aún sigue flotando sobre la institución el fantasma de la quiebra o, peor aún, que fondos de inversiones decidan adquirir el banco en un momento en que su valor en la Bolsa no supera los 270 millones de euros. El 25% de las acciones del HRS están en manos del fondo estadounidense, J.C. Flowers.

Para evitar un escándalo internacional que supondría la expropiación del paquete de acciones de J.C. Flowers, el gobierno está negociando con el fondo, la compra “amistosa” del paquete de acciones. Para calcular el monto de las indemnizaciones, la ley señala que el valor de la acción será calculada de acuerdo al promedio de cotización en la Bolsa en las dos últimas semanas previas a la expropiación.

Según cálculos del Ministerio de Finanzas, J.C. Flowers recibiría unos 25 millones de euros por su paquete de acciones, por el que pagó mil millones de euros en su momento.

También los alemanes cuentan con economistas de clase mundial cuyo prestigio no será puesto aquí en tela de duda. El gobierno alemán posee uno de los mejores asesoriamientos que existen sobre la materia. Excepto el asesoramiento de ese mexicano que sabe mucho más que ellos, que sabe mucho más que el Presidente Barack Obama y su equipo de asesores, que sabe mucho más que el Primer Ministro de Inglaterra y su equipo de asesores y que sabe mucho más que el gobierno alemán y su equipo de consejeros en materia económica, un “iluminado” que sólo él puede ver con prístina claridad lo que nadie más que él excepto unos cuantos privilegiados más alcanzan a ver. Esta, desde luego, es exactamente la misma mentalidad que tenía Hitler, y es la misma mentalidad que distingue a literatos de la ultraderecha como Salvador Borrego y Traian Romanescu que sienten que han venido al mundo como seres “iluminados” para darnos “luces” sobre cosas que sólo ellos alcanzan a percibir. Ellos vienen a revelarnos “la verdad” que debe ser seguida sin cuestionamiento alguno. Puesto que todas las intervenciones gubernamentales en materia económica que se están dando en la mayoría de los países del mundo equivalen a nacionalizaciones parciales o totales, a una participación directa del Estado en la iniciativa privada, a una forma de socialismo que para los ultraderechistas es “el camino de donde se va al comunismo”, ¿no es ésta entonces “la gran prueba” que estaban esperando sobre la existencia de una “gran conspiración judía masónica comunista” para apoderarse del mundo, con millares de judíos, masones, comunistas e illuminatis astutos laborando en todos los países del mundo en perfecta sincronización para consumar esa “gran conspiración” que sólo los “iluminados” de la ultraderecha alcanzan a ver?

En cuestiones de macroeconomía, la mejor manera de saber quién tiene la razón es dejar correr el tiempo no en el lapso de unos cuantos días o inclusive semanas o meses sino en cuestión de años, y sobre esta óptica ya ha habido en México quienes con bastante antelación han superado con creces a Sergio Sarmiento de modo comprobadísimo. Un ejemplo que viene al caso concierne a la reciente devaluación del peso que el lunes 23 de febrero del 2009 rebasó la barrera de los quince pesos por dólar después de haber estado rondando los diez pesos por dólar cuando Felipe Calderón tomó las riendas del gobierno federal. Con dos años de anticipación, mucho antes de que el peso se desplomara como hoy lo estamos viendo, ya se estaba pronosticando una devaluación del peso, esto en una época en la que ni el economista sabelotodo Sergio Sarmiento ni el economista ultraderechista afiliado al M.U.R.O. Luis Pazos (autor del libro "La devaluación del peso" en los tiempos de la hegemonía priista anticipando el derrumbe del peso como consecuencia de las desastrosas políticas llevadas a cabo desde la Presidencia en aquél entonces) anticiparon en sus columnas y escritos lo que iba a ocurrir. Entre los pocos que acertaron pegando justo en el blanco en el pronóstico de una devaluación del peso que se cumplió al pie de la letra tenemos al conocido analista Miguel Angel Ferrer que nos dijo sin rodeos lo siguiente en la edición de la revista Siempre! correspondiente al número 2797 publicado la semana del 21 de enero del 2007:

Un breve y provisional recuento de los actos de gobierno de Calderón en materia económica a menos de dos meses de su asalto al poder no puede ser más desastroso: aumentos de precios en leche, gasolina, dísel, peajes carreteros, huevo, pan y tortilla. Se trata de incrementos en alimentos y en insumos básicos para la producción de alimentos. Y ya se anuncia por todas las calles de todas las ciudades mexicanas el incremento en el precio del transporte público.

Todo esto puede ser calificado sin exageración alguna del comienzo de una escalada de precios. O, dicho de otro modo, de una escalada inflacionaria como no se veía desde los tiempos de aquel nefasto presidente llamado Miguel de la Madrid, en cuyo desgobierno sexenal la inflación alcanzó la aterradora tasa de mil 200 por ciento.

Y reaparece la inflación desbordada en una situación de prolongado estancamiento económico, de desempleo masivo y crónico y de evidentísima ineptitud gubernamental. Y todo esto, además, frente a la carencia por cuenta del Estado de instrumentos económicos reguladores de abasto y precios, como en su momento lo fueron la política de precios de garantía y la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo). Como diría el clásico, el peor de los mundos posibles. Y esto apenas comienza.

Por eso conviene recordar que la inflación desbordada siempre tiene como corolario una devaluación monetaria. Y que ésta puede ser brusca o cotidiana. Pero que, en cualquier caso, retroalimenta la escalada inflacionaria. Y que retroalimenta el empobrecimiento de los sectores de la población con ingresos fijos, principalmente asalariados y pensionados.

En otros tiempos no tan remotos, hace, digamos 30 años, los daños causados por inflación desbordada se paliaban con aumentos salariales y subsidios al consumo. Pero ahora la situación es completamente distinta. No existen en el gobierno pensamiento e instrumentos reguladores. Y no hay, sobre todo, capacidad para enfrentar el problema. Calderón no entiende de estas cuestiones. Está en manos de sus asesores. Carstens, Téllez y Sojo, principalmente. Puros dogmáticos del neoliberalismo. Hará lo que ellos le digan, aunque lo conduzcan, como ya lo están haciendo, al infierno.

Que yo recuerde, una situación como la que ya se anuncia sólo se dio en el gobierno argentino de Fernando de la Rúa, régimen que terminó en la paralización económica y financiera completa, el famoso corralito. Y en la fuga en helicóptero del incapaz mandatario.

Esto fue escrito hace dos años. Se trata ni más ni menos de una profecía -bueno, la podemos llamar pronóstico- que a dos años de distancia ha resultado ser extraordinariamente certera. Y esto fue pronosticado mucho antes de que estallara la actual crisis financiera internacional en el 2008. Posiblemente si Felipe Calderón hubiera tenido dentro de su gabinete a alguien como Miguel Angel Ferrer en vez de Agustín Carstens, otro gallo le estaría cantando en estos momentos a México. ¿Puede mejorar Sergio Sarmiento el pronóstico que acabamos de ver? Si es así, estaríamos muy interesados en conocer algo que haya pronosticado y que se haya cumplido al pie de la letra a dos, tres o cuatro años de distancia, para así poder tener alguna confianza en las recetas económicas neoliberales que nos dá para manejar la actual crisis en México. Las semillas de la actual debacle económica que derivó en la devaluación del peso ya estaban siendo sembradas desde antes de que la economía norteamericana se colapsara, y en todo caso el oportuno desfonde de la economía de los Estados Unidos proporcionó el pretexto ideal al tener a quien echarle toda la culpa de lo que hoy está sucediendo en México.

En respuesta a una anunciada intención del Presidente Obama de llevar a cabo una reducción del gasto público para equilibrar las finanzas, el 24 de febrero del 2009 Sergio Sarmiento sacó fuera una columna titulada “Inicio de solución” en la cual argumentó que, por fin, el Presidente Obama “comprendió” su error, señalando: “En un principio Barack Obama tampoco parecía entender la naturaleza del problema. Su solución a una crisis provocada por el exceso de gasto y de deuda era ofrecer ‘más de lo mismo’ que Bush: más gasto y más deuda. Pero al parecer ha empezado ya a entender las raíces del desastre económico”. Sin embargo, desde que era un candidato presidencial, Barack Obama ya había señalado con preocupación la irresponsable dilapidación de recursos públicos que estaba llevando a cabo la administración de George Bush, y había señalado que haría algo al respecto en caso de ser Presidente. Por otro lado, en ningún momento el Presidente Obama se ha retractado del programa de estímulos económicos promovidos por él, la reducción del déficit fiscal y el programa de estímulos gubernamentales a la economía para la creación de empleos públicos son dos cosas diferentes que el Presidente Obama planea llevar a cabo al mismo tiempo, y en la consecución de este objetivo la retirada militar de Irak es la pieza clave de donde provendrán los mayores ahorros. (Y por cierto, un amargado John McCain aprovechó la ocasión para exigirle al Presidente Obama que renunciara a la renovación del helicóptero presidencial, algo que nunca le pidió a su colega Republicano George Bush y que nunca propuso en el 2008 cuando aún tenía esperanzas de llegar a ser Presidente, lo cual evidencia la moral cínica con la cual se manejan estos derechistas conservadores que cada vez están más alejados del pueblo norteamericano).

En contra de lo que pudiera suponerse, la columna Jaque Mate de Sergio Sarmiento no es tan leída en toda la República Mexicana fuera de las grandes metrópolis como los materiales que escriben otros editorialistas debido al hecho de que el principal medio que le publica regularmente todas sus columnas, el periódico REFORMA, no sólo no es un periódico que esté disponible en todos los puestos callejeros de las principales ciudades de México sino que inclusive cobra hasta por su versión online dificultándole hacer referencias de citado no sólo a los investigadores y académicos de México y del resto del mundo sino a los estudiantes universitarios de licenciatura y de postgrado que prefieren citar a otros medios mucho más accesibles vía Internet (y con un público mucho mayor por varios órdenes de magnitud) como EL UNIVERSAL o como la revista PROCESO. De cualquier modo, parte de lo que él escribe en el periódico REFORMA como lo que ya hemos visto es susceptible de ser manipulado precisamente por la gente a la que le gusta citar textos antiquísimos o material de difícil obtención porque este es precisamente el material del que pueden ser sacadas inclusive expresiones fuera de contexto con fines deliberados de tergiversación o modificación en aras de la propaganda, en este caso la propaganda neo-Nazi.

Las tesis pro-neoliberales en materia económica esgrimidas por Sergio Sarmiento, sazonadas por los literatos de la ultraderecha con la fantasía de “la gran conspiración judía masónica comunista”, seguramente encontrarán tarde o temprano un lugar dentro de la literatura neo-Nazi producida y consumida por agrupaciones clandestinas de ultraderecha tales como la Organización Nacional del Yunque y los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Lo citarán una y otra vez, y ni siquiera le pedirán su parecer para ello.

A menos de que algún día Sergio Sarmiento pase a formar parte de las filas de los desempleados a los cuales les resulta harto difícil poder tomarse unas vacaciones pagadas en Suiza con fines de trabajo, tal vez le agradaría ver que las medidas correctivas de emergencia que están siendo tomadas por el Presidente Barack Obama y que están siendo replicadas alrededor del mundo inclusive hasta por Felipe Calderón fracasen rotundamente, esto con el fin de que el mundo entero pueda constatar que a fin de cuentas Sergio Sarmiento tenía la razón y que él después de todo fue capaz de darse cuenta con toda claridad de verdades de las que solo unos cuantos “iluminados” más se pueden dar cuenta. En relación a esto, veamos lo que comenta el conocido periodista hispano de Miami Jorge Ramos en un artículo suyo publicado el 17 de febrero del 2009 titulado Obama, subestimado:

Durante toda su carrera política, Barack Obama ha sido subestimado. Y casi todos los que han apostado en contra de él se han equivocado. Ahora Obama espera tener razón una vez más; por su bien, por el bien de Estados Unidos y por el bien del mundo.

Si Barack Obama se equivoca con su plan de casi 800 mil millones de dólares para salir de esta crisis económica, hay que apagar la luz y saltar del planeta. Si Obama fracasa, la economía de Estados Unidos se va a pique y se arrastrará a los otros 191 países reconocidos por Naciones Unidas.

De esta crisis nadie se salva. Ni México ni Venezuela, por poner dos ejemplos, viven en una burbuja. Ahí, como en cualquier rincón del mundo, se están perdiendo empleos y negocios. Y si no es así, que nos digan cómo le están haciendo. Pero mientras tanto los presidentes Felipe Calderón y Hugo Chávez le rezan también a San Obama.

Incluso dos prominentes políticos republicanos con quienes conversé –una congresista y un senador– tampoco quieren que fracase Obama. Aunque votaron en contra de su plan de estímulo económico, su lógica es certera: si le va mal a Obama, nos va mal a todos. Nos tardaríamos años en salir del hoyo.

Su padre fue un inmigrante nacido en un pueblito de Kenya y su madre una antropóloga nacida en Kansas y que murió muy joven de cáncer. Barack pasó su infancia y adolescencia brincando de un continente a otro. Todo parecía estar en su contra. Y aún así pudo entrar a estudiar a la universidad de Harvard.

A partir de ahí, creó una meteórica y sorpresiva carrera política:

1.- Cuando Barack Obama, con muy poca experiencia como político local en Chicago, decide lanzarse por uno de los dos puestos de Illinois en el senado, le dicen que está muy jóven y verde para irse a Washington. Pero no les hace caso y gana.

2.- Cuando llevaba apenas cuatro años como senador, decide lanzarse como precandidato del Partido Demócrata a la presidencia. Es muy pronto le dicen. Espérate cuatro años más. Pero Obama es un hombre con prisa, entra a la contienda y toma una rápida delantera entre los ocho precandidatos.

3.- Cuando le dijeron que no le podría ganar a la maquinaria política de Hillary Clinton y a la asesoría de Bill Clinton, Obama organiza a través de la internet una de las campañas más exitosas en la historia de Estados Unidos y les gana.

4.- Cuando muchos comentaristas sugirieron que un líder sin experiencia internacional no le podría ganar nunca a un héroe de la guerra como John McCain, Obama les demuestra lo contrario y gana 192 votos electorales más que el senador de Arizona de 72 años de edad.

5.- Cuando la historia indicaba que la Casa Blanca, construida con manos de esclavos, nunca había sido ocupada por un presidente afroamericano, Obama dejó atrás décadas de esclavitud, racismo y discriminación y se fue a la residencia donde también vivió Abraham Lincoln.

Estos son, todos, ejemplos de un hombre que nunca se ha dado por vencido. Pero el reto que ahora enfrenta es, también, el más grande de su vida.

¿Y si se equivoca Obama? ¿Y si este plan de rescate económico no funciona? le pregunté al congresista demócrata, Xavier Becerra. No hay garantías, me dijo. Pero tanto él como sus colegas en el Congreso creen que no hacer nada hubiera sido mucho peor.

Obama, por supuesto, no es un político perfecto. En el año 2000 perdió por mucho una elección al Congreso. Pero en estos momentos cruciales nadie quiere que Obama pierda, ni siquiera sus enemigos políticos.

Aunque el periodista Jorge Ramos externó al final de su artículo su convicción de que nadie quiere que Obama fracase, ni siquiera sus enemigos políticos, unas semanas después tal vez se quedaría con la boca abierta al aparecer en el escenario otros derechistas radicales que han proclamado y externado abiertamente a los cuatro vientos su esperanza y deseo de ver que los planes de recuperación económica de Obama fracasen rotundamente, aunque ello signifique el hundimiento de los Estados Unidos, entre ellos el que es considerado vocero líder del ala ultraconservadora del Partido Republicano, Rush Limbaugh. ¿Cómo es posible que alguien realmente pueda desear el fracaso de un líder electo democráticamente a sabiendas de que dicho fracaso solo puede significar la pérdida de millones de empleos y el sufrimiento indecible de la sociedad norteamericana, el sufrimiento de sus propios compatriotas? Pues por increíble que parezca, así es como piensa la derecha conservadora norteamericana, al igual que la del resto del mundo, porque para ellos lo imporante no es el bienestar familiar de sus compatriotas sino la ideología.

El precio histórico a pagar si Sergio Sarmiento resulta estar en lo cierto en todo lo que dice y afirma y realmente es un super iluminado que debería de haber sido galardonado con el Premio Nóbel de Economía es sin lugar a dudas cataclismico si no apocalíptico. Pero al menos en estos momentos muy pocos creen realmente que la continuada aplicación del neoliberalismo económico a ultranza del pasado pueda dejar las cosas mejor que como están ahora, si no peor.

A propósito del anterior artículo escrito por el periodista Jorge Ramos, recordemos que la hidra conformada por el monstruoso duopolio televisivo en México, que no se conforma con ser un poder de entretenimiento sino que insiste además en ser un poder político, durante la guerra mediática sucia del 2006 tuvo “voceros” no oficiales tales como Enrique Krauze en TELEVISA y el mismo Sergio Sarmiento en TV Azteca que se sumaron de una u otra manera a la campaña diseñada para convencer al pueblo de México de que el candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador era todo un peligro para México cuyo ascenso a la silla presidencial traería a México crisis, inflación, devaluación y desempleo. Veamos lo que dos años después nos comenta el mismo Jorge Ramos en su artículo “Donde México falla” publicado en varios medios el 25 de febrero del 2006:

Muchos mexicanos con quienes platiqué tienen la clara impresión de que no hay un plan nacional ante la crisis y que tendrán que rascarse con sus propias uñas. Felipe Calderón no ha sido, como prometió en su campaña, el ‘presidente del empleo’. Y, más bien, tendrá que luchar mucho para no ser recordado como el presidente del desempleo (el miércoles 24 de febrero del 2009 el desempleo rompió un record de 9 años), de la recesión (el jueves 7 de mayo del 2009 el Secretario de Hacienda Agustín Carstens le confirmó a un cada vez más desesperanzado pueblo que México se encontraba en recesión, y unas semanas después José Angel Gurría Treviño como Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos reconoció oficialmente con sus propias palabras que la economía de México era un desastre) y de la devaluación del peso (el 4 de agosto del 2008 el peso se cotizaba en el mercado cambiario a razón de 10.07 pesos por dólar, y siete meses después se cotizaba el martes 23 de febrero del 2009 a razón de 15 .15 pesos por dólar, rebasando la barrera psicológica de los 15 pesos por dólar) .

El otro punto es la violencia. Estoy cansado de escuchar a funcionarios del gobierno, a gobernadores y a hasta alcaldes decir que los frecuentes asesinatos, secuestros y delitos son ‘hechos aislados’.

No es ningún ‘hecho aislado’ el que 48 millones de mexicanos hayan sufrido algún delito en los últimos tres años, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos. No es ningún ‘hecho aislado’ que en los últimos siete años hayan secuestrado a más de 20 mil personas. Esos no son hechos aislados.

Sé que molesta que en Estados Unidos haya quien califique a México como un ‘Estado fallido’, que lo comparen con la inestabilidad de Pakistán, que el Departamento de Estado advierta a los norteamericanos de no viajar a ciertos lugares o que digan, como el influyente ex líder del congreso, Newt Gingrich, que México se acerca a una guerra civil.

Lo peor de la situación es que los magos gubernamentales nos tratan de convencer de que todo es un asunto de percepción. Que no es cierto que estemos tan mal. Que no es cierto que se están perdiendo cientos de miles de empleos. Que no es cierto que los narcos controlan partes del país. De hecho, acusan de ‘catastrofistas’ a los que no comparten sus análisis rositas de paz, orden y crecimiento.

¿En qué México viven?

Échenle la culpa a quien quieran. Pero el asunto, de verdad, no es tan complicado. Ante la pregunta de si los mexicanos están viviendo hoy mejor que cuando Calderón tomó posesión en el 2006, la respuesta es un dolorosísimo no.

Pese a todo, hay muchas otras cosas con la cuales Spectator sí está plenamente de común acuerdo con Sergio Sarmiento, las cuales no vienen al caso (una de estas cosas, en ocasión de la celebración del nacimiento de Charles Darwin hace 200 años, es el desacuerdo de Sergio Sarmiento con la interpretación literal al pie de la letra de los textos bíblicos tales como el creacionismo de los siete días interpretados textualmente al pie de la letra en lugar de la interpretación semántica de los textos basada sobre la creación cosmológica derivada del Big Bang aunada a la actitud más racional de científicos cristianos de amplio prestigio tales como Francis S. Collins que ven los textos bíblicos como metáforas antes que pensar que Dios ha jugado una gigantesca broma a los humanos al colocar en el mundo innumerables pruebas de una evolución que supuestamente nunca tuvo lugar.) Y al menos este es un articulista con el cual se puede sostener una discusión inteligente poniendo sobre la mesa de debates argumentos fundamentados. Esto es más que lo que se puede decir de los literatos del neo-fascismo que construyen su propaganda sobre un castillo de naipes con barajas de la fantasía recurriendo a falsedades tan obvias que hasta un niño de primaria conectado a Internet puede desenmascararlas en cuestión de minutos, y eso mientras juega al mismo tiempo con su Nintendo o con su Xbox.